jueves, 25 de marzo de 2010

Los caminantes

Me encanta pasear por la calle Florida. Es divertido observar en silencio a los veloces transeúntes de múltiples razas, escuchar a los artistas callejeros y dejarme tentar por las ventas ambulantes. Pero lo que más disfruto son los encuentros fortuitos, en medio del gentío, con esos sujetos exánimes que deambulan por el microcentro, invisibles a los demás caminantes, y tan parecidos a mí.



Cuento: Martin Gardella ( http://www.livingsintiempo.blogspot.com/ )
Foto: Christian Pereira ( http://www.christianpereira.com.ar/ )

domingo, 17 de enero de 2010

Estilo original


Un enorme huevo de pez fue arrastrado por la brava marea hasta una playa solitaria. Al sentir el calor del sol veraniego acariciando el cascarón, el pez supo que era el momento de nacer. Asomó su cabeza tímidamente y observó a una cangreja alegre que lo miraba con los ojos desorbitados.

- ¿Mamá? – preguntó el pececito.

- ¡Comida! – pensó la cangreja.
Sin embargo, al ver la mirada tierna y transparente del recién nacido, el crustáceo logró vencer su instinto y adoptarlo como si fuera un hijo de su propio vientre. Lo condujo a los empujones hasta las aguas de la costa y le enseño su nuevo hogar. Allí, el pez se sintió espléndido, como debe sentirse un pez en el agua. Y fue así que, gracias a la influencia de su madre de leche, el pequeño pez aprendió a nadar con un original movimiento hacia atrás, inventando un nuevo estilo que los demás peces adoran imitar.


Cuento: Martin Gardella ( http://www.livingsintiempo.blogspot.com/ )
Foto: Christian Pereira ( http://www.christianpereira.com.ar/ )

lunes, 4 de enero de 2010

Gallito ciego

Me gusta salir a caminar de noche por la ciudad vacía. Es un placer recorrerla sin que nadie me atropelle, sin autos lanzados a la carrera ni sonidos estridentes que alteren mis nervios. Me siento el rey de la silenciosa metrópoli, anárquica, inhabitaba, imperturbable.
Al caminar por las calles oscuras, intento adivinar el camino escondido, apenas iluminado por la tenue luz de la esquina y el extremo encendido de mi cigarrillo. Me hace recordar los imborrables momentos de mi infancia, en que jugábamos al gallito ciego con los chicos del barrio, que se burlaban de mí cuando no lograba encontrarlos en la oscuridad. Pobre tonto, bueno para nada, me decían, aprovechándose de que era el más pequeño e inocente del grupo.
Algo de razón tenían, porque mientras ellos crecieron y lograron comprarse las lujosas mansiones que decoran la avenida, continúo viviendo en la antigua casita que era de mi madre. Debe ser por eso que me gusta visitarlos de vez en cuando, para jugar con sus cosas, mientras ellos duermen.



Cuento: Martin Gardella ( http://www.livingsintiempo.blogspot.com )
Foto: Christian Pereira ( http://www.christianpereira.com.ar )